Resulta chocante pensarlo ahora, pero hubo una época no muy lejana en la que el amianto formaba parte integrante de la estructura de los edificios. El material tenía muchas características deseables: era resistente al fuego, fuerte, relativamente barato y contaba con una serie de otros elementos favorables para la construcción de edificios.
Pero desde aquellos primeros días, se ha aprendido mucho sobre amianto. En concreto, ha quedado muy claro que el amianto es increíblemente peligroso, y que la exposición prolongada al amianto -o la inhalación de la sustancia- puede causar afecciones médicas catastróficas a cualquier persona.
Aunque es estupendo que lo sepamos ahora (lo que nos permite estar mejor preparados para identificar a las personas que sufren intoxicación por amianto), los edificios que se construyeron con amianto siguen existiendo hoy en día. Cuando estos edificios se derriban (o cuando se caen o son arrasados de otro modo) suponen un riesgo para la seguridad pública. Incluso cuando no se derriban, su mera presencia puede hacer que las personas que trabajan en su interior (durante muchos años) desarrollen enfermedades horribles, como el cáncer de pulmón o el mesotelioma.
Aunque sí ocurrió aquí en North Carolina, tomemos el caso de un almacén incendiado recientemente en Indiana. El edificio fue destruido en agosto, pero ahora hay carteles alrededor de los escombros que advierten de los peligros del amianto y las enfermedades pulmonares. ¿Se advirtió a los equipos de emergencia de la amenaza del amianto antes de acudir al lugar de los hechos? ¿Y las personas que trabajaban en el almacén antes de que ardiera? De no ser así, podrían surgir problemas de responsabilidad si las personas desarrollan enfermedades relacionadas con el amianto.
Fuente: INC NOW, "Asbestos Found at Site of Massive Warehouse Blaze", Stephanie Parkinson, 5 de noviembre de 2013.