El amianto es una sustancia notoriamente peligrosa. Durante décadas, se utilizó sin precaución ni regulación antes de que se conocieran los efectos devastadores de la exposición. Incluso después de que se conocieran los riesgos, la exposición al amianto supuso un enorme problema para muchas personas que trabajaban o vivían en entornos en los que se utilizaba amianto gracias a la escasa supervisión y al incumplimiento de los requisitos de seguridad.
Hoy en día, sin embargo, la gente suele entender que el amianto es peligroso y que sólo debe manipularse con la protección adecuada y por especialistas certificados en su retirada. Pero una duda que se plantea mucha gente es cuándo -o incluso si- debe retirarse el amianto de un edificio.
En general, el amianto sólo debe retirarse si ha sido o va a ser perturbado. Intactos, los productos que contienen amianto pueden ser relativamente seguros y los riesgos de enfermedades causadas por la exposición son bajos.
Sin embargo, siempre que un proyecto de construcción implique la demolición, reconstrucción o ampliación de cualquier estructura que contenga amianto, puede ser fundamental que los propietarios hagan evaluar e inspeccionar el edificio en busca de amianto. Si hay amianto presente que podría alterarse y liberarse al aire, la mejor manera de mantener a los trabajadores y a los inquilinos a salvo de la exposición es retirarlo de forma adecuada y profesional.
Por desgracia, no todos los propietario y empresa de reducción se toma en serio esta obligación. Contratan a trabajadores para retirar el amianto sin certificación y sin el equipo de protección adecuado porque así pueden ahorrar algo de dinero. El hecho es que tomar atajos y violar las normas de seguridad puede ahorrar unos cuantos dólares, pero el coste de hacerlo puede ser extraordinariamente alto en términos de sanciones, multas y -lo más importante- el daño a la salud de otras personas.
Fuente: Wausau Daily Herald, "A veces es mejor no tocar el amianto," 20 de noviembre de 2014